Tras la caída del imperio romano, y con la proliferación de la religión cristiana, se asentó el poder de la Iglesia católica.
No en vano, las diferentes facciones de cristianos, poco a poco, fueron ganando cada vez más peso, lo que hizo necesario que surgiera una organización que las amparase a todas bajo un mismo paraguas para protegerlas y ofrecer un mensaje de unidad. Esto hizo que paulatinamente apareciera una estructura jerárquica, en la que el pontífice sería su máximo exponente. Para diseñar dicho organigrama la Iglesia se fijó en la estructura creada por el antiguo Imperio romano. El resto ya es historia…
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